Consumo de mujeres
¿Hay solución para el problema de la prostitución? Las
feministas denuncian el fracaso de su legalización y apuestan por el modelo
sueco de persecución legal al cliente. El Frente de las Mujeres noruego subraya
que los españoles lideran la "liga de compra de sexo": el 39% lo ha
hecho alguna vez.
COLPISA. Madrid
"La prostitución legalizada es el experimento de mayor
fracaso", recalca la periodista y feminista británica Julie Bindel tras
comparar esa política de Holanda y el estado australiano de Victoria con la de
penalización de la demanda en Suecia. "Por cada lugar legal en Holanda,
hay cuatro burdeles ilegales; y algo similar en Australia", remacha. En
cambio, añade Agnete Strom desde el Frente de las Mujeres noruego, la Ley sueca de 1999 de
Prohibición de la Compra
de Servicios Sexuales --su país está a punto de sumarse a ese modelo está dando
resultados, con apenas 500 prostitutas en la calle, cuando en la vecina
Dinamarca, con la mitad de habitantes, rondan las 6.000.
Strom, ponente en las Jornadas Internacionales sobre la Demanda de Prostitución
("Los Clientes" con Comillas) organizadas esta semana en Madrid por la Comisión para la Investigación de
Malos Tratos a Mujeres, recordó las estadísticas que sitúan a los hombres
españoles en cabeza de la "liga de compra de sexo", con un 39% que lo
ha hecho alguna vez en su vida. En los países escandinavos Finlandia, Noruega y
Suecia la cifra es mucho menor, en torno al 12%, y su perfil mayoritario
muestra a varones de 30-55 años, con pareja e hijos, amplia experiencia sexual
y alejados del "mito del cliente solitario, poco atractivo y sin otra
opción sexual".
Como objeto
La psicoanalista argentina Magdalena González rechazó en su
ponencia la idea de una "necesidad sexual masculina apremiante e
inaplazable" que pretende "justificar en el imaginario social el
prostituir a las mujeres". Tras señalar una amplia lista de "clientes
prostituidores" -desde el "hombre bueno pero pobre al que ella
mantiene", hasta el "cliente prostibulario que sabe de la situación
de esclavitud o encierro"-, recalcó que "ninguno denuncia" y que
"todos someten a la mujer, en algunos casos sin límites" y hasta con
perfiles sádicos, como obligarla a "observar sexo con animales y escuchar
relatos aterrorizadores".
El hombre, remachó, "la usa y trata como objeto, pero
exige que lo vea a él como persona". González advierte de que las
consecuencias al cabo de los años pueden ser comparables a las de las víctimas
de tortura física y psicológica. Responsabiliza al sistema patriarcal
neoliberal del "deterioro de la conciencia ética" que facilita la
"apropiación" masculina del cuerpo de la mujer. Y Bindel coloca la
prostitución "dentro de la violencia de género" y como "violación
de derechos humanos". Mientras exista, remarca, no habrá igualdad entre
hombre y mujer, máxime cuando a "la mayoría de compradores de sexo no les
importa si ellas son o no traficadas".
Testimonios
De ahí la insistencia de la experta británica en que, como
sucede en Suecia, cualquier normativa de persecución legal del cliente vaya
acompañada de educación igualitaria, campañas de concienciación ciudadana y
apoyo a las víctimas de trata y explotación sexual. Porque, como ella misma
acaba de constatar en una investigación sobre la proliferación de burdeles en
Londres, los argumentos de los clientes confirman una visión masculina de
dominación y reducción a objeto de la mujer.
"Es más barato que una cita, y siempre puntúas al
final", dice uno. "Puedes obtener lo que quieres en cualquier
momento; es más fácil que con otra mujer", añade otro. "Puedes
elegir, igual que en un catálogo", confiesa un tercero. Y un cuarto lo
concreta: "Elaboré una lista mental y me dije que estaría con chicas de
diferentes razas: japonesa, india, china; cuando lo hago, las voy
borrando".
Entre las mujeres que ejercen la prostitución, los
testimonios recogidos por Magdalena González sugieren una "extrema
indefensión". Alguna la oculta tras una "doble personalidad" que
le hace decir "lo hago porque me gusta", cuando "en realidad lo
hago pensando en otra cosa" y "tan rápido como puedo", porque
"a mí nunca me llega nada" y hasta se liaría a puñetazos "por
rechazo, por asco".
Otra ni siquiera piensa en el dinero, "solamente tengo
náuseas" cuando practico sexo, incluso con su pareja. "Es como un
cliente porque no siento nada; es como que ya la mujer está anulada",
asevera. Y una tercera habla en plural de aquella madrugada en la que
"quisimos imaginar con cuántos hombres se había costado cada una. Fuimos
imaginando micros llenos de hombres para tener una idea, pero nos sentimos muy
mal y algunas se descompusieron. Fue tan espantoso que nunca más tocamos el
tema".
http://www.heraldo.es/index.php/mod.noticias/mem.detalle/idnoticia.25716
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