Julie Bindel ha entrevistado a decenas de prostitutas en 40
países
«La prostituta feliz
no existe», es un engaño ideológico apoyado por proxenetas, burdeles y clientes
Hay quien, por razones ideológicas, sostiene la prostitución
puede ser liberadora: la realidad que muestra este reportaje lo desmiente.
22 agosto 2017
"La mayoría de las 'trabajadoras sexuales' son esclavas
actuales. La prostitución raramente es una elección, si es que lo es alguna
vez": así titula y resume Julie Bindel un amplio reportaje en el veterano
semanario británico The Spectator, donde denuncia la existencia de una
connivencia entre el lobby de los interesados en legalizar la prostitución
(proxenetas, dueños de burdeles y clientes) y el lobby ideológico que la ve
como una "liberación" de la mujer. Julie Blindel, lesbiana y
feminista, es conocida en el Reino Unido por su oposición a los vientres de
alquiler y su rechazo a las imposiciones lingüísticas de la ideología de
género, que considera "el último asalto del lobby transexual contra la
feminidad".
Traducimos el reportaje a continuación (los ladillos son de
ReL):
En medio de la atrocidad que supone la esclavitud moderna,
que afecta sobre todo a hombres vulnerables forzados a trabajos no
cualificados, existe en el Reino Unido una forma de abuso aún peor. Este abuso
lo podemos ver en cada metrópolis, en cada ciudad y en cada pueblo. Es endémico
en todas las culturas y regiones del mundo y, sin embargo, actualmente se
justifica en nombre de la "liberación". Nos hemos acostumbrado a
pensar en la prostitución como una forma legítima de ganarse el sustento,
incluso de "empoderamiento" de las mujeres. Lo llamamos "trabajo
sexual" y lo ignoramos. No deberíamos hacerlo.
La "prostituta
feliz", un mito
En los últimos tres años he investigado la prostitución en
el mundo para verificar si es cierto, como dice la sabiduría popular, que es
una elección tan válida como cualquier otra. He llevado a cabo 250 entrevistas
en 40 países, he entrevistado a 50 supervivientes del comercio sexual y la
respuesta ha sido en casi todos los casos siempre la misma: no hay que creer en
el mito de la "prostituta feliz" que se ve en la televisión. Prácticamente
siempre es esclavitud. Las mujeres que trabajan como prostitutas tienen una
deuda que pagar y están en aprietos. Necesitan ser rescatadas como cualquiera
de las otras víctimas de la esclavitud moderna.
Los defensores del
mito: una coalición de intereses
Uno de los descubrimientos más inquietantes que he hecho es
que las voces que resuenan con más fuerza para que se legalice y se normalice
la prostitución proceden de las personas que se benefician de ella: los
proxenetas, los clientes y los propietarios de los burdeles. Han tenido éxito
hablando en nombre de las mujeres a las que esclavizan. Las personas que
conocen de verdad cómo funciona el comercio sexual han sido amordazadas por un
lobby poderoso de ideólogos "progresistas" engañados y por quienes
especulan con dicho comercio.
Abuso, alcohol,
drogas...
Como me dijo Autumn Burris, una ex prostituta de California,
que se fugó a finales de los años noventa: "Tenía que decirme muchas
cosas, muchas mentiras, para que mi cerebro no estallara en miles de pedazos,
enloqueciendo, debido al abuso continuo que sucedía una y otra vez, y a la
violencia que entraña la prostitución". Autumn hace campaña en favor del
fin del comercio sexual y lleva a cabo cursos de formación para oficiales de la
policía y otros profesionales acerca de la realidad de la prostitución.
Una superviviente del comercio sexual en Alemania, Huschke
Mau, lo expresó así: "Cada vez que tenía un cliente tenía que beberme no
un vaso de vino, sino la botella entera. Si estás sobria y no tomas drogas, te
es imposible tener sexo con el cliente. De hecho, cuando dejé de beber, tuve
que dejarlo".
En el origen: la
epidemia de sida
Si la prostitución equivale a la esclavitud, entonces ¿por
qué diablos los defensores de los derechos humanos y muchas otras personas de
izquierdas apoyan que la prostitución es un "trabajo" para las
mujeres y un "derecho" de los hombres?
Todo empezó cuando surgió la campaña contra el VIH/sida.
Entonces pareció lógico legalizar los prostíbulos y el proxenetismo, y crear
"zonas de tolerancia" en las calles, como la que hay en Leeds. La
"lógica" de esta postura era que si se eliminaban todas las sanciones
criminales, las prostitutas estarían vinculadas a organismos de apoyo lo que
llevaría al 100% de utilización del preservativo. Esto, a su vez, reduciría
drásticamente los índices de VIH, argumentó el lobby pro-legalización de la
prostitución, y terminaría con el asesinato de las prostitutas a manos de sus
chulos y clientes.
Ésta era la teoría. Pero he visitado una serie de burdeles
legales en Nevada, Alemania, Holanda y Australia y he examinado las
afirmaciones de los defensores de la legalización y el resultado ha sido que
sus argumentos -la base de nuestro debate sobre la prostitución, hoy-
sencillamente no se sostienen.
Los efectos de la
legalización
La legalización de la prostitución en Alemania, Holanda y
Australia no ha llevado a una disminución de la violencia, de los índices de
VIH o del asesinato de mujeres. En Melbourne me he reunido con la activista de
los "derechos de las trabajadoras sexuales" Sabrinna Valisce quien,
confrontada con la realidad de la despenalización, ha cambiado, muy a su pesar,
de opinión: "Pensaba que las cosas mejorarían si todo se legalizaba y se
legitimaba, pero lo único que se ha conseguido es dar mayor poder a los
clientes y a los propietarios de los burdeles".
Lo que comporta la legalización es que los tan cacareados
derechos y libertades de los que se dice disfrutan las prostitutas sean
reclamados por los propietarios de los prostíbulos y los clientes. Es fácil:
simplemente se definen a sí mismos como "trabajadores sexuales" y
recogen los beneficios. He oído a varios miembros de lobbies pro-legalización
definirse como "trabajadores sexuales" además de proxenetas.
Comercio sexual: una
dimensión "aterradora"
La verdadera magnitud del comercio sexual global es
aterradora. He visitado un pueblo en la India dedicado enteramente a la
prostitución y en el que he conocido a un hombre que prostituye a su hija, su
hermana, su tía y su madre. He entrevistado a proxenetas en los mega-burdeles
de Múnich, en los que los hombres pagan una tarifa plana que les permite usar
la cantidad de mujeres que quieran. En el Sudeste asiático he visto a hombres
mayores del Reino Unido pagar por una "cita" con una adolescente en
los girly bars.
He descubierto que a pesar de lo que digan los defensores de
la prostitución, las mujeres y niñas que se dedican a ella proceden la inmensa
mayoría de ambientes violentos, muy pobres y marginados. Ni son libres ni empoderadas:
son víctimas de abusos y están atrapadas.
También abusos en la
prostitución masculina
No debemos olvidar que esto sucede también con los chicos.
Durante un visita a Los Angeles conocí a Greg, nacido en una familia que tenía
conexiones con la mafia. Desde que era muy pequeño había sido objeto de abusos
sexuales por parte de hombres poderosos. En su adolescencia conoció a un
proxeneta y fue vendido para ser utilizado sexualmente durante seis años antes
de que consiguiera escapar. Greg rechaza la idea de que vender sexo forme parte
de la cultura homosexual.
¿Excepción o interés?
En Amsterdam entrevisté a la mujer que acuñó la frase
"prostituta feliz". Actualmente Xaviera Hollander dirige un B&B
llamado Happy House. Yo estaba convencida de que había llegado a ser rica y
famosa como resultado del éxito estratosférico de su libro The Happy Hooker: My
Own Story, que había vendido veinte millones de copias en todo el mundo. Pero
lo que descubrí durante esa comida es que lo que le dio fama y fortuna fue
vender a otras mujeres. Me contó que fue prostituta durante unos seis meses,
sólo para aprender cómo comerciar con el sexo. "Cambié mi pequeño
apartamento por un apartamento de cinco habitaciones en un ático en un tiempo
récord", me dijo con orgullo.
Hollander se parece bastante al mito de la "prostituta
feliz" que vemos en los medios de comunicación. Pero compramos la mentira
porque es conveniente creer en ella.
"No quiero que
ella disfrute"
He entrevistado a una serie de clientes, tanto en el Reino
Unido como en otros lugares, y esto es lo que suelen decir: "No quiero que
ella disfrute, esto me arrebataría algo". Y: "Me gustan las
prostitutas porque hacen lo que les digo, no como las mujeres reales". ¿Y
qué les parece ésta?: "No es distinto a comprar una hamburguesa cuando
tienes hambre y tu mujer no te ha cocinado nada".
El sexo no es un
derecho humano
Si a los defensores de la prostitución les digo que nada
terrible les sucederá a los hombres si no pueden pagar para tener sexo, las
quejas que oigo son siempre las mismas: "Pero, ¿qué me dice de los hombres
minusválidos? ¿Cómo conseguirán tener una cita?". Cuando les digo que el sexo
no forma parte de los derechos humanos, me cuentan de la madre que le compró a
su hijo, víctima de una grave minusvalía, una prostituta por su cumpleaños, o
del héroe que vuelve de una guerra sin sus piernas y que tiene
"derecho" a pagar por una mujer.
Encerradas
Pero consideremos ahora esos millones de mujeres oprimidas.
¿Qué pasa con sus derechos? En uno de los prostíbulos de Nevada que he
visitado, las mujeres se quedan encerradas en él durante toda la noche. Los
altos muros están rodeados de alambre espinado. También en Seúl, Corea del Sur,
las mujeres se quedaban encerradas dentro de los burdeles por la noche... hasta
que un incendio mató a 14 mujeres jóvenes en 2002. Si las gallinas en jaula en
batería fueran tratadas así, con razón habría una protesta por parte de los
mismos liberales de izquierdas que remueven cielo y tierra para defender este
repugnante comercio de carne humana.
Durante un breve viaje a Auckland visité la zona de
prostitución de la ciudad. Con frecuencia nos dicen que Nueva Zelanda es el
patrón oro en lo que a comercio sexual se refiere. El Home Office Select
Committee (su presidente, Keith Vaz, tuvo que dimitir tras ser acusado de haber
pagado por tener sexo con hombres jóvenes) estaba intentando adoptar un modelo
similar de despenalización para el Reino Unido.
En las calles conocí a Carol, que parecía tener setenta años
pero era mucho más joven, y que utilizaba un andador para descansar entre
cliente y cliente. Me dijo que desde que la prostitución había sido
despenalizada trece años antes, nada había mejorado para las mujeres: los
clientes seguían siendo violentos y a la policía no le importa, como tampoco a
los defensores de los derechos humanos. Mientras las mujeres en todo el mundo
luchan para que se acabe la violencia y el abuso, el Partido Laborista y
Amnesty International, por nombrar dos organismos públicos, las traicionaban.
Cambiar de nombre a
las cosas no cambia su naturaleza
El modo más eficaz de enmascarar un terrible abuso de los
derechos humanos es cambiarle de nombre. Un estratega pro-esclavitud de las
Indias Occidentales sugirió una vez que en lugar de hablar de
"esclavos", los "negros" debían ser llamados "asistentes
de las plantaciones". Así "no oiríamos esas protestas tan violentas
contra el comercio de esclavos por parte de teólogos píos, poetisas de corazón
tierno y políticos con poca visión de futuro". El término
"trabajadora del sexo" tiene el lustre adecuado.
Fue Barack Obama quien dijo que el tráfico de personas
debería ser renombrado como "esclavitud moderna" para poner en
evidencia las terribles condiciones en las que viven estas personas. El Modern
Slavery Act de Gran Bretaña fue aprobado en 2015. Se funda en la idea de que no
hay lugar para la ambigüedad cuando examinas las circunstancias de las personas
protegidas por esta ley: las condiciones en las que viven y su incapacidad para
huir de ellas.
Lo mismo se aplica a la prostitución: no es "trabajo
sexual". La mayoría del tiempo es esclavitud moderna.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
http://www.religionenlibertad.com/prostituta-feliz-existe-engano-ideologico-apoyado-por-58829.htm .