sábado, 8 de septiembre de 2012

El mito de elegir la prostitución como plan de vida


Por Camila Blanco
Hace casi dos meses, publiqué el post  El mito de elegir la prostitución como plan de vida en el que esgrimía las razones por las que considero que sostener en la
actualidad que la prostitución es un trabajo y que, por ello, el
Estado debe reconocerla y regularla, carece de toda lógica y realismo.
A partir de allí, tuve la posibilidad de recibir diversas opiniones
desde distintos ámbitos: bloggers, amigos, amigas y colegas opinaron y
aportaron nuevas ópticas a este debate, dejando en claro que se trata de
una cuestión sobre la que tarde o temprano deberá darse una discusión a
nivel institucional.

En este sentido, creo necesario reforzar ciertos puntos esenciales que deben ser tenidos en cuenta al momento de debatir.

En primer lugar, cabe poner sobre la mesa las razones por las cuales
hablo de prostitución como una cuestión de género. Esto explica por qué
no hago mención en este debate a la prostitución masculina. Aquí no se
trata de negar que la prostitución masculina exista, sino de poner las
cosas en su lugar. ¿Por qué la prostitución preocupa al feminismo?
Porque existe una diferencia fundamental entre varones y mujeres
respecto al acceso al cuerpo del otro. En efecto, el varón, desde
siempre, desde el despertar de la primera conciencia sexual,  sabe que
puede acceder al cuerpo de la mujer por dinero. Incluso, esto es
alentado en ciertos contextos culturales. Sin embargo, esto no sucede
con las niñas ¿Acaso alguien puede decir que es costumbre que las
niñas, a los 14 ó 15 años, se junten y le paguen a un hombre mayor para
iniciarse sexualmente?  De ningún modo esto sucede en la realidad. Ahora
bien, ¿Por qué consideramos natural que exista la costumbre de que
los varones adolescentes le paguen a una mujer para tener sexo? Simple:
estamos insertos en una sociedad  organizada patriarcalmente. El hombre
accede, la mujer no. Existen diversos prejuicios para naturalizar
semejante diferencia, basamento sobre el que se construye la desigualdad
de género, como aquel que dice que el varón tiene más impulsos sexuales
y que por eso es normal y natural que exista un mercado para
satisfacer esos deseos masculinos (que en la mujer no serían tales).
Aunque es difícil de creer, algunos de los críticos del abolicionismo en
Suecia, alertaban que con la criminalizació n del cliente prostituyente,
aumentaría el delito de violación, ya que los varones no tendrían un
espacio, hasta entonces existente y tolerado, para satisfacer sus deseos
sexuales.

Otro punto importante, es que el abolicionismo lejos está de
 victimizar a la prostituta. Aquí, de lo que se habla es de la
responsabilidad que le cabe a aquel que "consume prostitución”más allá
de las limitaciones del derecho penal para resolver situaciones
conflictivas del entramado social, algo que también podríamos discutir.

Se puede argumentar “bueno, pero tal vez la mujer decide libremente
prostituirse y si esto sucede, ¿Por qué no dejamos que así sea?. La
respuesta a esto, tiene varios frentes: el primero, es que no podemos
descontextualizarnos al momento de discutir sobre políticas públicas. En
un mundo ideal, igualitario, inclusivo, en el que todos los miembros de
la comunidad se encuentren empoderizados, libres y no marginados, claro
que si alguno/a decide pagar por sexo, debería poder hacerlo
libremente, sin ninguna restricción por parte del Estado. En ese mundo,
la cantidad de varones y mujeres en este mercado de intercambio,
probablemente sería igual (o tal vez, de tan ideal, ni siquiera
existiría). Sin embargo, ese mundo aún no existe y las políticas
públicas debemos diseñarlas en base a la realidad que nos circunda. Y
la realidad es que la prostitución es la consecuencia y, al mismo
tiempo, la perpetuación de un paradigma de sumisión del cuerpo femenino,
un cuerpo siempre disponible a las voluntades masculinas, lo que trae
aparejado un sinnúmero de otras cuestiones relacionadas con la
violencia, tanto sutil como explícita, hacia el colectivo de las
mujeres.

Y aquí es donde surge el segundo frente de respuesta, ya que cuando
hablamos de mujeres que libremente y como plan de vida deciden
prostituirse no debemos desenfocar el problema y creer que la única
víctima es la mujer prostituta. Aquí, de lo que se está  hablando es de
una situación que incentiva y perpetúa la estigmatizació n y la violencia
hacia todo un grupo social, como es el de las mujeres. Y cuando de
protección de minorías se trata, el Estado debe entrar en escena.

Por último, quisiera hacer mención a un punto que también es
importante tener en claro al momento de dar este debate. He escuchado
argumentos que sostienen que no hay diferencia, en términos de
dignidad, entre la prostitución y un trabajo como puede ser el de
obrero o empleada de limpieza.

Esto es mezclar las cosas. Claro que entiendo”y comparto  la postura
 que critica una estructura social basada en que ciertos trabajos estén
generalmente ocupados por aquellas clases marginadas u oprimidas de la
sociedad; pero al hablar de abolicionismo,  lo que nos preocupa es el
colectivo de las mujeres. Siempre que nivelemos para arriba y no para
abajo habrá chances de cambiar el mundo.

Por ahora, me conformo con que todos seamos conscientes de que lo que
subyace en el debate sobre la reglamentació n de la prostitución, es la
posibilidad de vivir en un Estado que decide invertir recursos, regular,
tributar, controlar e incentivar, como una actividad que beneficia al
entramado social  (como lo es cualquier trabajo), el pago de dinero a
cambio de tener sexo con un miembro de un grupo históricamente
desaventajado en una sociedad patriarcal.

Éste, no es precisamente el Estado al que una igualitarista debería aspirar.

http://derechoalsur .com/2012/ 08/27/el- mito-de-elegir- la-prostitucion- como-plan- de-vida-ii/