Apuntes
para discutir el abolicionismo – “El debate sobre la prostitución”
Por Silvina Perugino,
Abogada, Especialista en Género y
Comunicación (En etapa de Tesis) e integrante de la Secretaria de Género-
Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP
El debate sobre la prostitución está
abierto, y no sólo entre las filas del feminismo sino que atraviesa la sociedad
en su conjunto. Una fuerte campaña nacional e internacional para considerar la
prostitución como trabajo, cruza la realidad social en la que vivimos, los
lobbies en favor de la reglamentación son cada vez más fuertes. Proponemos, a
través de una serie de artículos, pensar la teoría abolicionista a la luz de
los argumentos del reglamentarismo, intentando desmenuzar sus implicancias
sociales y políticas.
Las posiciones acerca de la prostitución,
en líneas generales, se resumen en tres: el prohibicionismo que plantea
terminar con la prostitución a través de la represión, tanto de prostituyentes
como de personas prostituidas; el reglamentarismo que plantea la necesidad de
reconocer a las personas en situación de prostitución como trabajadoras
sexuales y enmarcarlas en un régimen legal; y la postura abolicionista que
plantea la necesidad que el Estado impulse políticas públicas encaminadas a
generar posibilidades reales de acceso al mundo laboral para personas en
situación de pobreza en general y de prostitución en particular,
independientemente de quien, teniendo todas las posibilidades de desarrollarse
en el mundo laboral, decida prostituirse. El debate entre estas dos últimas
posturas es el que resulta sin dudas, más interesante para el análisis.
Uno de los argumentos más fuertes dentro de
la postura abolicionista, es la equiparación al ejercicio de la prostitución
con la esclavitud, o al menos con alguna forma de ella, en cierta en medida y
en determinadas condiciones, en el siglo XXI.
Resulta difícil pensar pacientemente que,
aún en la actualidad somos capaces de naturalizar formas de sometimiento humano
similares a los sistemas esclavistas del siglo XVI. Esa idea, en principio
genera un rechazo guiado a primera vista por los avances en Derechos Humanos
que las sociedades han llevado adelante.
Sin embargo, uno de los argumentos del
reglamentarismo nos retrotrae necesariamente a esa época. Marca, esta
corriente, la necesidad del reconocimiento de la prostitución como un trabajo a
partir del derecho a la libre determinación de las mujeres. Y aquí está la
clave.
En épocas donde comenzó a discutirse la
idea de la esclavitud y del poder político, los teóricos contractualistas,
ensayaron la ficción jurídica del “contrato social” a partir del cual las
personas libres y soberanas renunciaban en cierta medida a estos atributos y
los cedían a otros a fin de ser gobernados por estos últimos, esto se llevaba a
cabo a través de un contrato. Esta idea, acuñada desde la más íntima convicción
anti-monárquica tuvo un obstáculo importante en su desarrollo, ya que sus
teóricos, no acuñaban tantas similitudes con respecto a la esclavitud, la misma
seguía siendo un punto en discusión: ser anti-monárquico no necesariamente los
posicionaba como anti-esclavistas. Así, la disputa del poder a la monarquía, se
daba desde una burguesía que, tomaba para dicho fin, la bandera de los Derechos
Humanos, más sin reconocer a la humanidad en su plenitud: de esa humanidad
quedaron excluidos/as esclavos/as y mujeres.
De ésta manera, la esclavitud va a
sobrevivir un tiempo más y la teoría deberá ensayar argumentos con los cuales
sostener, dentro de la perspectiva de la libertad individual fundante del
contrato social, el sistema esclavista.
La clave va a estar puesta en la libertad.
La libertad que tenemos los seres humanos para decidir sobre nuestras vidas,
sobre nuestros cuerpos, hasta incluso decidir sobre nuestra propia libertad.
Así, la dimensión de la decisión sobre nuestros cuerpos pendula entre la
libertad y el liberalismo.
Según el liberalismo de Locke, uno de los
teóricos contractualistas, el hombre es libre de decidir su propia esclavitud,
digamos que aun con la espada del amo en el pecho, el esclavo es por un
instante dueño de decidir sobre su propia libertad. Hoy, esta idea de contrato
entre esclavo y esclavista, esta desechada. Sin embargo en el plano sexual, va
ganando terreno, ¿Tal vez porque se basa en pilares anteriores a la esclavitud?
También se va perfeccionando, buscando la misma salida que los estados modernos
y burgueses encontraron con la esclavitud: convertirla en trabajo asalariado.
La feminista Carole Pateman en su “Contrato
sexual” plantea que antes que los varones se pusieran de acuerdo con la forma
de ser gobernados, ya habían dejado a las mujeres presas de aquel contrato, que
le da nombre a su libro. Ese contrato las objetiviza, las corre del espacio
político, pasan a ser “propiedad del varón”, en todo caso es él quien las
representa. De allí se desprende según la autora la ley basamento del
patriarcado que es: la ley del libre acceso por parte de los varones al cuerpo
de las mujeres. Esta, es la premisa que el patriarcado debe garantizar para su
subsistencia.
Ese acceso del que habla Pateman, se cumple
básicamente con dos contratos: el matrimonial y el de prostitución, para la
autora estos contratos son subsidiarios, es decir, no puede existir el uno sin
el otro. La idea de familia monogámica y monoparental necesita la institución
“prostitución” para sostenerse. Los atributos sexuales que el sistema
patriarcal asigna al varón, no puede desarrollarse sin la prostitución. El
instinto sexual del varón es, en términos patriarcales, incontenible y por
definición extremadamente lujurioso, cuestiones no permitidas para el
estereotipo patriarcal de la mujer-madre, se crea entonces la figura de la
prostituta a la que sí le es “permitida” cierta conducta sexual. Por ello estos
contratos son subsidiarios, van de la mano, se complementan, son dos caras del
mismo sometimiento. Los dos son contratos de sujeción: la prostitución no es la
liberación de lo oprimida mujer casada, la prostitución sostiene al contrato
matrimonial.
Siguiendo a Pateman entonces, este contrato
sexual del que habla y las instituciones matrimonio y prostitución son
anteriores al esclavismo. Engels, también hará un planteo en ese sentido. Estas
instituciones van a sujetar a la mujer bajo el poder político y sexual del
varón, luego los varones harán el contrato político entre ellos, aquí la mujer
ya no es libre de decidir.
Se ha recorrido un largo camino en cuanto
al derecho a la libertad, pero ese avance parece estancarse en el terreno
sexual, a nadie se le ocurriría hoy en un caso de esclavitud laboral pensar en
que puede soslayarse la responsabilidad legal del esclavista, si media
consentimiento; con lo sexual sucede algo distinto. La voz de la mujer,
silenciada por años, aquí cobra un valor inusitado, y la libertad de decisión
para prostituirse cobra una envergadura poco probable en lo que respecta a la
historia de la prostitución. Siguiendo esta línea de pensamiento, la libertad
personal puede justificar cualquier menoscabo en el propio cuerpo, cualquier
sometimiento a la autoflagelación; puede que en algunas oportunidades actos de
este tipo puedan no evitarse pero, ¿El estado debe garantizar el espacio para
que se desarrollen?
Otra idea que es necesario abordar es la
idea de “Libertad”, entonces cabe preguntarse: ¿La libertad es una idea
absoluta? ¿Es lo mismo la libertad de una niña nacida en una familia de la
oligarquía argentina que asiste al Colegio Liceo Franco Argentino, que la de
una niña nacida en una “villa” y que sale a la calle a pedir limosnas desde los
6 años, o la de una niña travesti que es expulsada de su hogar cuando decide su
identidad de género? ¿Todo es lo mismo? ¿Libertad para decidir es igual a
reglamentar la explotación? ¿O libertad será generar una situación de igualdad
material, para que realmente la decisión sea tomada sin condicionamientos?
El liberalismo, desde su propio nombre
entraña una trampa, tal vez la más terrible dentro de las teorías políticas, la
trampa de hablar de la libertad desde un lugar abstracto, desde un imaginario
ideal, y sin problematizar el concepto. La libertad no en sentido de acceso
material a los derechos, sino desde la concepción intimista, personal. La
libertad no como un concepto político sino como un sentimiento emocional,
“sentirse libre” para decidir, “ser libre” desde la sensación, más allá de lo
que pase en el día a día. La idea de sentirse libre, desvinculado de la
situación material en la que se vive.
El discurso reglamentarista hace hincapié
en la libertad de elección, de la libertad de elegir sobre nuestros cuerpos;
sin embargo al “trabajo sexual” ligan indefectiblemente la situación de pobreza
de las “trabajadoras Sexuales”, nos preguntamos entonces ¿Cómo se relaciona la
pobreza material con la idea de la elección en libertad? ¿La pobreza no actúa
como condicionante de esa libertad? ¿La pobreza como condicionante es
asimilable a otros condicionantes de personas que no están atravesadas por la
misma?
El liberalismo encontró obstáculos
determinantes a las ficciones que desde su seno pretendían justificar la
esclavitud, seguramente también ha encontrado nuevas formas de explotación de
la clase que exceden este articulo, el feminismo deberá concentrar parte de sus
fuerzas en poner frenos a los avance del liberalismo o el neo-liberalismo en el
terreno sexual, en cuestionar la legitimación de una de las formas más brutales
de esclavitud moderna, en evitar que el cuerpo de las mujeres sea terreno donde
el capitalismo despliegue su batalla de ideas, imponiendo una de sus más
importantes
premisas: que todo, absolutamente todo,
hasta nuestra propia libertad es negociable y tiene un precio.
Fuente
http://radiocadenanacional.com.ar/2016/10/12/apuntes-para-discutir-el-abolicionismo-el-debate-sobre-la-prostitucion/
No hay comentarios:
Publicar un comentario