lunes, 12 de marzo de 2018

¿Por qué soy abolicionista?


¿Por qué soy abolicionista?
Diciembre 6, 2016 ~
Judith  Bosch

Soy abolicionista y creo que la prostitución per sé vulnera los derechos de las personas.
En un marco en el que todo es metáfora y todo es metafísica y decimos “el sistema nos prostituye”; comparamos alegremente un despido improcedente con una penetración anal no consensuada o el alquiler de nuestros espacios y zonas sociales (cerebro, manos, piernas, tiempo de oficina), con el alquiler de nuestros espacios y zonas íntimas/sexuales (coño, polla, tiempo en la cama); escuchamos a personas que dibujan la prostitución poco menos que como la nueva liberación de quienes la ejercen, ocultando completamente la responsabilidad y los trasfondos de quienes la consumen, y se nos llena la boca con las palabras “voluntad” y “decisión”, querría explicar un poco las premisas que me llevan a ser abolicionista y a pensar como pienso. No quiero convencer a nadie, solo quiero expresarme y quedarme a gusto con este tema por algún tiempo.

Pues bien, parto de estas premisas que doy por válidas:

PRIMERA PREMISA:
El sexo con otra persona no es un derecho ni un privilegio, sino el resultado de un intercambio social libre. Esto es, yo no tengo derecho a tener sexo con otra persona, sí tengo derecho a expresar “quiero sexo” o “no quiero sexo” sin que nadie me agreda verbal ni físicamente por comunicar estas intenciones. Tengo derecho a expresar “quiero sexo”, pero no tengo derecho a usarte a ti para tal fin: “Quiero sexo, tómate una viagra y compláceme. Ahora”; “Quiero sexo, ábrete de piernas. Ahora”. Sí podemos encontrarnos en un entorno confortante para ambas partes, en el que ambas partes busquemos y demos lo mismo y entonces hacer este intercambio social. ¿Por qué ha de ser un intercambio social y no un intercambio económico? Porque en el momento en el que yo te digo: “Quiero sexo. Tómate una viagra y compláceme”. Y tú me dices: “Vale, pero si me pagas”, el sexo pasa a considerarse un privilegio del que paga y, tarde o temprano, por la dinámica del libre mercado, una obligación de quien lo facilita. Esto es, si yo con dinero ya no soy una persona abusiva sino un cliente: yo exijo y tú te adaptas. En el libre mercado los clientes no se adaptan a los negocios sino que los negocios se adaptan a los clientes. Yo sí podré mantener un ritmo de exigencias como persona compradora de sexo. Pero tú no podrás mantener un ritmo de selección de clientes, tarde o temprano tendrás que aguantar para seguir en el mercado, con la excepción de que las actividades de este mercado no se desarrollan en un despacho, en una fábrica o en un espacio público con testigos, sino en una cama y en tu coño o tu polla.

Trabajando los tabúes del sexo y trabajando la igualdad de hombres y mujeres en este ámbito, podemos imaginar Sex Clubs con la siguiente dinámica: yo, persona libre que tengo derecho a decir “quiero sexo”, sin que nadie me llame de ninguna manera por ser mujer y querer sexo, entro en el Sex Club para encontrar a otra persona o varias que también quieran sexo y me gusten. Yo quiero sexo y las otras personas quieren sexo. La relación es igualitaria, luego ya negociaremos si nos va el sexo duro, cariñoso, con patadas en el culo o charlas entre polvo y polvo. Somos dos o más personas y nos elegimos libremente. Eso sería un Sex Club en un contexto de igualdad. El otro tipo de Sex Clubs que nos quieren vender como igualitarios, no son igualitarios ni lo serán jamás. No hay relaciones iguales si una de las personas saca un fajo de billetes porque las otras, en lugar de sexo, quieren dinero. En el momento en el que yo quiero sexo y la otra persona quiere dinero, se establece una relación desigual que me lleva a pensar que el sexo es un privilegio o un derecho, que para tener sexo no necesito encontrar a otra persona que quiera sexo sino a otra persona que quiera dinero. En el momento en el que el sexo deja de ser el resultado de un intercambio social libre y se convierte en un privilegio o un derecho de una de las partes (la parte que paga), la otra parte deja de decidir, o al menos no lo hace en las mismas condiciones. La ley del mercado nos dice “El cliente siempre tiene la razón”, por favor, no pensemos que en el ámbito de la prostitución regulada esto será distinto y se tratará de una actividad que funcione de manera distinta a como funcionan las demás respecto a sus mercados. Esto no va a ser así, es absurdo pensar que sí. Así que vamos ahora la siguiente premisa que tomo como válida.

SEGUNDA PREMISA:
En un marco en el que dejamos de luchar para que el sexo sea ciertamente el resultado de un intercambio social libre y aceptamos barco: “actividad económica regulada”, tenemos una serie de realidades que afectan a todas las actividades económicas y, por tanto, tendríamos que aplicar. Aquí van dos:

a) Los negocios se adaptan a los clientes y no al revés. Los negocios que no se adaptan a los clientes acaban desapareciendo. ¿Es compatible esto con el hecho de que una persona que ofrezca sexo como actividad remunerada pueda elegir a sus clientes? No, no es compatible. Al final, para sobrevivir en el mercado, esta persona tendrá que adaptarse y aguantar. Lo que nos lleva al siguiente punto.

b) Las negociaciones que se establecen entre empresas y clientes parten de la base “El cliente siempre tiene la razón”. Esta base no va a cambiar en el mercado en los próximos años y el mercado de la prostitución, como actividad económica, no va a burlar esta base. El cliente, y lo vemos todos los días en nuestros respectivos trabajos, se siente con derecho a exigir el oro y el moro porque paga. Esta manifestación es humana, es normal y se da en el momento en el que una persona necesita un servicio y otra necesita dinero. Y aquí es donde la prostitución per sé vulnera los derechos humanos. No es lo mismo que un cliente se ponga a gritarte en la tienda a que un cliente se ponga a gritarte en la cama y te tenga a tiro en un espacio en el que solo estáis ese cliente y tú, desnudos. No es lo mismo que el cliente forcejee contigo para llevarse el artículo que tienes en el expositor, porque es el único que queda y lo quiere (aunque le hayas dejado claro que los artículos del expositor no estén en venta), a que el cliente forcejee contigo para practicar una penetración anal (aunque le hayas dejado claro que no haces eso). No es lo mismo que el cliente se equivoque y te exija algo que no habéis presupuestado (esto en el ámbito servicios pasa cada día) y discutáis en una oficina, a que el cliente se equivoque y en una habitación en la que solo estáis los dos, desnudos, te exija el alquiler de una parte más de tu cuerpo. Puede ser que a lo largo de tu vida, trabajando en una consultoría, en un comercio, en un servicio de atención telefónica, tengas incidencias muy molestas con clientes e incluso llegues sentirte humillada como profesional, porque “El cliente siempre tiene la razón” y el cliente se ciega, es una manifestación humana. Si tu profesión consiste en el alquiler de tu sexo y tu cuerpo desnudo, esa humillación profesional de la que hablamos y que todo hijo de vecino vive varias veces en su vida, en cualquier trabajo, pasa a convertirse en vulneración de derechos.

TERCERA PREMISA:
Por último doy por cierta la siguiente afirmación: “Los proxenetas y los puteros se lucran o se benefician de las desigualdades que se establecen en el sistema patriarcal. Se enriquecen y se benefician gracias al machismo y a la aceptación del abuso. Nada que les beneficie a ellos puede beneficiar a la lucha feminista”. ¿A quién beneficia que se regularice la prostitución? A miles de proxenetas y puteros que se callan, se mantienen en la sombra y dejan que nos peleemos entre nosotras debatiendo sobre prostitutas que desafían a las leyes del mercado y establecen un marco de relaciones idílico que ya quisiéramos tener todas y todos en cualquier otro trabajo.

Quiero compartir contigo este blog que trata de manera muy profunda y extensa el tema de la abolición: Traductoras por la abolición de la prostitución.

También tengo escrita una novela que retrata una realidad de la prostitución: la que vi durante seis meses entrevistando a prostitutas y entrando en prostíbulos para convencerme de que el sexo, como actividad económica, es una actividad que hay que regularizar. Como te imaginarás, esa investigación no me convenció de eso sino de lo contrario. Si quieres leer la novela, que se llama Amazonas Dormidas, puedes descargártela en Amazon. Si te dedicas al trabajo social y te interesa estudiar la novela por si pudiera resultarte útil en algún taller o lo que sea, me escribes a roshlym@yahoo.es, te la paso y tratamos de crear sinergias. Un abrazo y gracias por tu tiempo.

Fuente
https://judithbosch.wordpress.com/2016/12/06/por-que-soy-abolicionista/#respond Red


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